Un café y un pan para escuchar mejor
Hace unos años tenía un negocio de una panadería. No es por nada, pero el pan era delicioso. Desde que tengo memoria mi papá llegaba con pan dulce a la casa. Recuerdo en una ocasión que mi papá llego con un pastel de limón diciendo que era sólo para mí. Como buen niño yo lo entendí tal y cómo él lo había expresado, “sólo para mí”. No recuerdo cuanto tiempo paso para que se me volviera antojar un pastel de limón.
Una de las mayores cosas que aprendí en ese tiempo del negocio de la panadería, fue a saludar a las personas. Pasamos una buena parte del tiempo saludando a las personas, sin saber el significado de lo que expresamos, o simplemente sin darle la debida importancia a un “buenos días”. En el saludo expresamos un deseo para el otro: “buen día”. O realizamos una expresión de interés por el otro: “¿Cómo estás?”
Era una mañana y ella iba por primera vez a comprar pan. No soy muy bueno para calcular la edad, pero creo que estaba cerca de los cincuenta años. Tomó cerca de 4 piezas se recargo en la barra y le pregunte “Buenos días. ¿Cómo está?” Ella sollozo y dijo – no muy bien, mi marido esta enfermo-. Tal vez era el momento, tal vez era la presión de la situación, pero ella habló. La vi fijamente a los ojos, y ella empezó a relatar la enfermedad que tenía su marido, y lo cansado que era para ella, una mujer sola y sin hijos. No recuerdo cuanto tiempo ella platicó ahí en la barra. Llegaba otras personas a comprar, pero ella se quedó y seguía platicando. Iban y venían hombres y mujeres, hacía pausas en su relato, pero no se iba. Pensaba “Yo sólo le pregunte ¿Cómo está? Y la miré a los ojos.”
Por un tiempo creí que la situación por la que estaba pasando fue la que hizo que esa mañana hablará. Sin embargo, tiempo después reflexione, que fue algo más, fue que alguien estuviera dispuesto a escucharla.
Todos necesitamos que alguien nos escuche. Queremos llegar a casa y contarle a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos cómo nos fue en el día. Queremos que alguien disponga de unos minutos para prestarnos atención, una afecto genuino y verdadero.
Por otro lado, entendí lo egoístas que somos a veces, porque sólo queremos que nos escuchen, más no queremos escuchar.
La próxima ocasión que le preguntes a alguien ¿Cómo estás? Date la oportunidad de ver a los ojos y expresar un genuino interés por cómo está esa persona. Tal vez en tu escuchar estes ayudando a alguien que sólo necesita por un instante una mirada y unos oídos atentos.